A 29 años de la excarcelación de Mandela


Me
parece oportuno hoy reflexionar sobre el legado de Nelson Mandela, el ícono
mundial de la lucha contra el racismo, de quien se acaba de cumplir 29 años de
su excarcelación en 1990. Es propicio analizar qué dejó “Madiba” a las actuales y
nuevas generaciones.

Para
el movimiento negro, Mandela es un mentor omnipresente que motiva a quienes
descendemos de africanos y que dedicamos nuestros días a luchar por nuestros ideales y reivindicaciones. Es una figura asociada al combate de las adversidades y atrocidades que pueden cometerse en la sociedad. Mandela es no sólo una persona, sino una actitud y una voluntad de lucha por los derechos individuales y
colectivos que pueden más que cualquier confinamiento.

Mandela
estuvo preso 27 años por revelarse y combatir un sistema retrógrada denominado
apartheid, a través del cual una minoría blanca sudafricana estaba por encima
de la población negra. En términos sencillos, era un grupo que había institucionalizado el racismo a tal
grado que hubo una segregación en la que la población negra era prohibida de
habitar, estudiar o recrearse en los mismos lugares en que lo hacía el poder en
manos de personas de raza blanca.

La
segregación hizo que incluso se prohibiera los matrimonios o las relaciones
sexuales entre negros y blancos y se coartó la posibilidad de que las personas
de tez negra puedan acceder y ejercer derechos democráticos, humanos y otros que
estaban disponibles únicamente para la minoría que ostentaba el poder.

Es
ahí que Mandela cobra renombre a nivel internacional, por su lucha para derogar
la ley del apartheid y permitir a los africanos de tez negra tomar las riendas
de su destino y ser considerados como personas. Por esa razón el sistema
encarcela a Madiba y lo confina a una vida de reclusión hasta 1990, cuando,
gracias a las protestas y presión internacional, es liberado y posteriormente,
en 1994, logra la presidencia de Sudáfrica, pone fin al apartheid y da a los
sudafricanos negros la posibilidad de acceder a espacios políticos, económicos,
sociales y culturales. Es decir, les devuelve su condición de personas.

Es
así que Mandela es un referente para todos los descendientes de africanos por
su lucha, persistencia y disciplina para lograr la restitución de los derechos
de quienes forjaron el desarrollo de varios países del mundo, particularmente
de las naciones de América Latina, a la que llegaron producto de la diáspora que
los trasladó a este territorio en calidad de esclavos durante la época de la
colonia española.

Hoy
en día, el legado de Mandela continúa vigente y es menester enseñar sobre su
vida, su lucha y sus enseñanzas a nuestras próximas generaciones para que quede
viva la llama de la igualdad y la no discriminación y el racismo.

Bolivia
necesita de uno, dos, tres, diez, cien, miles, millones de Mandelas para acabar
con aquel racismo estructural que persiste en nuestras relaciones
interpersonales o en ámbitos políticos o sociales. Es deber de nuestras
profesoras y profesores dar a conocer a nuestras niñas y niños la vida de íconos
de la talla de Mandela para no repetir o reproducir prácticas contra las cuales
se viene luchando desde hace siglos y que hoy por hoy continúan carcomiendo nuestro desarrollo como sociedad. 

Jorge Medina Barra
Activista por los derechos de los afrodescendientes en Bolivia

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